La luz que regula la entrada al puerto desde mediados del siglo XIX
El faro de Es Botafoc es el más emblemático de la ciudad. Está situado al final del paseo marítimo, junto al dique que cierra el puerto por el lado este. Fue inaugurado en 1861, después de completar un proyecto ideado por el ingeniero Emili Pou. Su estructura es atípica, con una vivienda de dos plantas, a consecuencia del reducido espacio de lo que entonces era un abrupto islote. Desde aquellos primeros días, el faro ha estado habitado ininterrumpidamente por los torreros y sus familias.
Dos décadas después de su construcción, sin embargo, es Botafoc dejó de ser una isla y quedó enlazado al puerto a través del espigón y el actual Passeig Joan Carles I, que se ha ido ampliando con el paso de los años. Funcionó primero con una lámpara de aceite de oliva, luego con parafina de Escocia y, finalmente, en 1918, con electricidad. Emite una luz blanca con ocultaciones cada siete segundos y dispone de una sirena que se enciende cuando hay niebla. La linterna está situada a 16 metros de altura –31 sobre el nivel del mar– y se divisa desde todo el puerto y las murallas.
En 2003, el puerto fue ampliado con el actual espigón y, hoy, el faro comparte protagonismo con los barcos regulares que llegan de Dénia, Palma y Barcelona, y con los cruceros turísticos. Todos atracan a sus pies. El interior está cerrado al público pero hay un sendero que lo rodea por el exterior y que ofrece magníficas vistas de las murallas y Formentera.