09.07.2019

Ibiza, una ciudad de pescadores

La historia de la ciudad de Ibiza no puede escribirse sin la labor de los pescadores, que han formado parte de su estructura social desde su misma fundación por los fenicios. Los principales barrios históricos externos a las murallas, la Marina y sa Penya, fueron impulsados sobre todo por pescadores, marineros y trabajadores de los astilleros, y antaño era frecuente observar a estos lobos de mar remendar sus redes en los andenes del puerto e incluso en el Passeig de Vara de Rey, a la sombra de las palmeras, cuando aún se llamaba Passeig de s’Alamera.

Gracias a la labor de los arqueólogos, hoy conocemos que la pesca organizada en tiempos fenicios ya constituía una actividad fundamental, que se multiplicó con los romanos. Estos incluso establecieron industrias de conservas y salsa garum –muy popular en Roma, elaborada con carne y vísceras de pescado fermentadas–, para comerciar fuera de la isla.

En el medievo ya se creó una normativa concreta destinada a regular el comercio de productos del mar en la ciudad, que puso en marcha el gobierno de la Universitat. El mercado de abastos se hallaba intramuros y se estructuraba por oficios: panaderos, carniceros y, por supuesto, pescaderos. Estos últimos tenían la obligación de vender ellos mismos o sus familiares –habitualmente las esposas– el género que capturaban en la mar. De esta forma, se evitaban intermediarios que encarecieran el precio, una característica muy particular de Ibiza. Los pescadores capitalinos, asimismo, tampoco podían ofrecer su género en los pueblos hasta no quedar atendida la demanda urbana.

Otro rasgo muy característico del negocio de la venta de pescado en la ciudad es que nunca, a lo largo de toda su historia, se han registrado antecedentes de subastas. De hecho, en Ibiza no existe una lonja, sino una cofradía donde todo el género se apunta y pesa. Los pescadores determinan un precio justo y así no fluctúa, lo que permite un mayor cuidado de los caladeros. Únicamente se pescan las cantidades que exige la demanda interna y se apuesta por las variedades que corresponden a las distintas épocas del año.

La pesca, de todos modos, siempre ha sido una actividad artesana. No existió una asociación de profesionales del mar hasta 1922, cuando se constituye el Pósito de Pescadores. Su primera sede se situaba en un edificio que aún existe, al final del puerto y a los pies del barrio de sa Penya. Hoy, la sede de la Cofradía de Ibiza se sitúa en el muelle pesquero, donde permanece amarrada la flota local, a continuación de la estación marítima de los barcos de Formentera y el Club Náutico de Ibiza.

En la isla actualmente existen dos cofradías: la de la ciudad y la de Sant Antoni, asociadas, con un total de 80 socios y una flota de 6 embarcaciones de arrastre y 55 de artes menores (llaüts).

Sus capturas se distribuyen en restaurantes, mercados y otras superficies comerciales. Los pescados más grandes y valiosos, como el mero, el cabracho, el gallo de San Pedro o el dentón, así como la langosta, entre otras especies, se comercializan con una etiqueta amarilla bien visible, bajo la marca Peix Nostrum. Es la garantía de que cada ejemplar ha sido pescado en Ibiza, siguiendo métodos artesanales y sostenibles.

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